.Me regaló un saquito con semillas de margaritas del cabo, me dijo que eran sus flores favoritas;
El día que le dije “te amo” las sembré. Una semana después, me dejó.
Decidí cuidar de esas plantas durante 125 días (que fueron los días que duró esa relación) para de todas maneras cosechar las flores y hacer una pieza con ellas. Sin embargo, por razones que desconozco, la naturaleza me ofreció en su lugar un montón de ejemplares de “Dysphania schraderiana”, una planta que en algunos pueblos se utiliza como repelente de insectos y antiparasitario (que ya es mucho decir), entonces el plan cambió para hacer una pieza con inciensos y bolsitas de té, pero durante el secado y por circunstancias ajenas a mi control, las plantas fueron atacadas por hongos y se echaron a perder.

A veces, solo te queda un frasco con plantas podridas, que no sirven para nada.